Entrevista con el P. Roberto Toni, Prior Provincial de la Provincia Italiana
Cincuentenario de la presencia del Carmelo en el Congo y algunas ideas sobre el futuroEl carmelita P. Roberto Toni es el Prior Provincial de la Provincia Italiana. Ha hecho una valoración de la fundación del Carmelo en el Congo por parte de la provincia que ahora dirige y de lo que considera que depara el futuro. He aquí un resumen de sus palabras en respuesta a las preguntas del CITOC.
La fundación de la Orden Carmelita en Zaire, que antes era el Congo Belga y ahora es la República Democrática del Congo, representó, para la entonces Provincia Romana, la puesta en práctica del nuevo ímpetu misionero que surgió del Concilio Vaticano II. En 1973, cuando comenzó nuestra primera misión, sólo habían transcurrido ocho años desde la conclusión del Concilio y se respiraba en el aire una nueva primavera para la Iglesia.
Toda la Provincia Romana, que se corresponde con Italia Central, se movilizó con gran entusiasmo para aquella primera presencia, con los tres primeros misioneros, el P. Arcangelo Colandrea, el P. Ubaldo Pani y el P. Domenico Fiore (dos de los cuales aún viven), en torno a la aldea de Jiba, en Ituri, la parte nororiental del vasto país, cerca del lago Alberto, en la diócesis de Bunia. A través de la publicación periódica "Nuestra Señora del Monte Carmelo" y de la labor del responsable, el P. Riccardo Palazzi, toda la Provincia, frailes, monjas, terciarios y laicos de los Santuarios y parroquias, eran informados regularmente del crecimiento de la misión, también con el fin de recoger fondos y material útil para enviar. Cuando en 1991 se constituyó la Provincia Italiana de los Carmelitas, la Misión en tierra congoleña, ya entonces considerablemente desarrollada, se convirtió en patrimonio y compromiso para toda la Familia Carmelita de la nueva entidad, y constituyó también la ocasión para reforzar la unidad en el esfuerzo común.
Después de Bunia, vino Butembo, luego Nioka, después la fundación en la capital, Kinshasa, y finalmente, no hace muchos años, Kisangani. Hoy es un Comisariato provincial con 11 casas, que acogen a unos 74 hermanos, incluidos los novicios, algunos de los cuales están en las comunidades en Italia para ayudar en nuestras comunidades o para especializarse en los estudios. La "misión" se ha convertido, a su vez, en "misionera".
El Congo abrió nuestras mentes a la universalidad de la Iglesia y del Carmelo; el mismo año, 1973, fue la partida de un carmelita del Véneto, el P. Lauro Negri, para América Latina; junto con el Congo, Colombia también se convirtió en una 'ventana' de nueva savia carmelita en el mundo.
Queda mucho camino por recorrer, pero hemos visto entrar el carisma carmelita en la cultura africana y congoleña, el florecimiento de vocaciones y la necesidad de discernimiento, el reto de la coherencia evangélica y una caridad que vaya más allá del mero asistencialismo. Esta ventana a África, rica, alegre y atormentada, nos ha permitido a los hermanos de Italia, Colombia y Rumanía entrar en contacto y compartir los sufrimientos de estos últimos treinta años en el Congo: guerras, masacres, éxodos de refugiados dentro del país. Todo esto echa abajo la puerta de nuestra indiferencia y nos llama a "llevar las cargas de los demás", a reflexionar sobre el porqué de tanta injusticia, a preguntarnos qué podemos hacer.
La Iglesia en el Congo, con su juventud y sus desafíos, ha conocido el Carmelo y, a través de los Obispos, nos pide 'ser auténticamente nosotros'. Incluso la gente sencilla puede discernir, mirándonos, si somos funcionarios o verdaderos creyentes. De nosotros quieren radicalidad evangélica en el testimonio de fraternidad, oración y servicio humilde y desinteresado: no tendría sentido acomodarnos o convertirnos en simples ejecutores de obras sin calidad ni alma. El pueblo congoleño tiene un fuerte sentido de la espiritualidad, pero la mentalidad economicista, para la que todo tiene un precio, y también el secularismo, se abren paso en el corazón y en las prácticas de los jóvenes en particular. De ahí la corrupción, los conflictos, la fragmentación de una humanidad llena de valores que corren peligro de perderse. Como carmelitas, como hermanos contemplativos y profetas, tenemos mucho que testimoniar.
Si seguimos a Cristo Jesús, no hay alternativa al don de la vida. Hoy, cincuenta años después de aquel comienzo, nuestra Provincia se pregunta: ¿qué nos pide el Señor a nosotros, llamados a vivir siguiéndole?