Queridos hermanos y hermanas de la Familia Carmelita,
Este año nos acercamos a las fiestas navideñas habiendo hecho nuestra la oración profunda y ferviente de Adviento, implorando al Señor que venga a salvarnos.
En una visita reciente a nuestros hermanos en Ucrania, quedé muy emocionado al participar con la gente en su oración por la paz y el fin de la agresión contra su país. Nuestras dos comunidades de frailes están lejos de la zona de guerra. Gracias a Dios, tanto en Włodzimierz como en Sąsiadowice no corren peligro por la guerra que se libra en el este del país. Sin embargo, está claro que están desempeñando un papel importante al acompañar y orar con la gente de sus áreas, muchos de los cuales han perdido a sus familiares en la defensa de su país, mientras que otros rezan para que sus familiares, que todavía están involucrados en la guerra, regresen sanos y salvos a sus hogares.
Tenemos que preguntarnos ¿por qué sucede esto? ¿Por qué somos testigos de tales niveles de violencia contra hombres, mujeres y niños en Ucrania, en Palestina y en Israel y en muchos otros lugares de los que ya ni siquiera oímos hablar? ¿Podemos nosotros, los que creemos en la Encarnación de Cristo Nuestro Señor, a quien proclamamos Príncipe de la Paz, hacer algo más de lo que estamos haciendo para poner fin a la cultura de la guerra y cambiar la mente y el corazón de quienes creen en la guerra y la violencia? ¿Es posible ver el día en que podamos tratarnos unos a otros como hermanos y hermanas y vivir en paz unos con otros en todo el mundo? Me vienen a la mente las palabras del cántico que recitamos a menudo en el Oficio Divino:
Será el árbitro de las naciones,el juez de pueblos numerosos.
De las espadas forjarán arados,
de las lanzas, podaderas.
No alzará la espada pueblo contra pueblo,
no se adiestrarán para la guerra.
Casa de Jacob, ven,
caminemos a la luz del Señor.(Is 2,4-5)
Doy gracias a Dios por la seguridad en la que muchos de nosotros celebraremos esta Navidad y oro con todos ustedes para que esa misma seguridad llegue a los muchos millones de persona que ya han sido desplazados de sus hogares y a los muchos que viven con la constante amenaza de una agresión.
Que la luz de Dios, brillando en el rostro de Jesús, visto y querido por María, José y los pastores, llene vuestros corazones y vuestros hogares esta Navidad, y que esa misma luz llegue a esos lugares oscuros donde se hacen planes para la guerra, para que las mentes y los corazones sean transformados, y la paz sea el destino de todos aquellos a quienes el Señor ama.
Que tengan todos una Navidad de alegría y de amor en sus casas y en sus corazones.
Muchas gracias.
P. Míċeál O’Neill, O.CarmPrior General