Los discípulos comparten una historia, Jesús se les aparece
y les da la paz (Lc 24:35-48)
“La paz con vosotros”, estas palabras son tan importantes que Jesús las menciona tres veces en el Evangelio. La semana pasada escuchamos en el evangelio de san Juan una de las apariciones de Jesús a los discípulos en los días posteriores a su muerte y resurrección. “La paz con vosotros”, dijo Jesús mientras infundía la fuerza del Espíritu Santo sobre sus seguidores temerosos y dudosos.
Al hacer esto, Jesús se hizo eco de lo que les había dicho a los discípulos en la Última Cena después de haberles lavado los pies: “El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho. Os dejo la paz, mi paz os doy; […] No os sintáis turbados y no os acobardéis” (Jn 14,26-27).
Pero Tomás todavía dudaba y necesitaba poner sus manos sobre el cuerpo herido de Jesús antes de que pudiera creer.
El relato de San Lucas sobre la aparición de Jesús comienza en el tercer día, después de la crucifixión, el día en que su tumba fue encontrada vacía.
En el camino a Emaús, un extraño camina con dos de los discípulos y finalmente reconocen a Jesús “en la fracción del pan” (Lc 24,35). El Evangelio de esta semana narra lo que siguió.
Jesús se aparece en medio de todos los discípulos, saludándolos nuevamente con: “La paz con vosotros”. Les asegura que no es un fantasma, que todavía está con ellos en la carne.
Y como ellos estaban asombrados, Jesús les hace una pregunta muy humana: “¿Tenéis aquí algo de comer?”. Una vez más comparte una comida con sus seguidores. Y mientras comparten la comida, les abre sus corazones y sus mentes para que entiendan lo que han visto y oído.
Al compartir el pan eucarístico, cada vez que celebramos la eucaristía, recordamos que Jesús cada vez que compartía la comida con sus seguidores, les abría el corazón y la mente. Jesús dijo: “Palpadme y ve por ti mismo”. Puede ser que no estemos en Jerusalén, en esa habitación con los discípulos, extendiendo la mano para tocar a Jesús, pero podemos tocar y ver a Jesús en todas las cosas buenas que nos rodean en nuestro mundo: en el alimento que nos nutre, en el agua que nos revive y nos limpia, en el amor de Dios, de la familia y de los amigos que nos sostienen. Todo esto es parte de la Paz que se nos ha dado y con estas palabras sentir el llamado de ser Paz en nuestras familias, comunidades, en nuestros lugares de trabajo y en el mundo.