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Celebrando en Familia - Domingo de Ramos
El amor revelado
(Mateo 27:11-54)
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Mateo
Mateo presenta la pasión, no como un acto espantoso, sino como el medio de la salvación. La cruz forma parte del plan de Dios, no es un trágico error.
Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús Y, atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador y le preguntó: ‘¿Eres tú el rey de los judíos?’. Jesús respondió: ‘Tú lo dices’. Y, mientras lo acusaban, los sumos sacerdotes y los ancianos no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó: ‘¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?’. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado.
Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato: ‘¿A quién queréis que os suelte, a ¿Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?’
Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó: ‘¿A cuál de los dos queréis que os suelte?’. Ellos dijeron: ‘A Barrabás’. Pilato les preguntó: ‘¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?’. Contestaron todos: ‘Sea crucificado’. Pilato insistió: ‘Pues, ¿qué mal ha hecho?’. Pero ellos gritaban, más fuerte: ‘¡Sea crucificado!’
Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo:
‘¡Soy inocente de esta sangre! ¡Allá vosotros!’. Todo el pueblo contestó: ‘¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!’. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha.
Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo: ‘¡Salve, rey de los judíos!’. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a llevar su cruz. Cuando llegaron al lugar llamada Gólgota (que quiere decir lugar de ‘la Calavera’), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo.
Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: ‘Este es Jesús, el rey de los judíos’. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Los que pasaban, lo injuriaban, y, meneando la cabeza, decían: ‘Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz’.
Igualmente, los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo: ‘A otros han salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz y le creeremos Confió en Dios, que lo libre se es que lo ama, pues dijo: ‘Soy Hijo de Dios’.
De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.
Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A la hora nona, Jesús gritó con voz potente: ‘Elí, Elí, ¿lemá sabaqtani?’. (Es decir: ‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’.
Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron: ‘Está llamando a Elías». En seguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber. Los demás decían: ‘Dejadlo, a ver si viene Elías a salvarlo’. Jesús, gritando de nuevo con voz potente exhaló el espíritu.
[Todos se arrodillan, y se hace una pausa]
Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.’
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados: ‘Verdaderamente este era Hijo de Dios’.
Momento de silencio para la reflexión
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Celebrando en Familia - V Domingo del Tiempo de Cuaresma
Dejadle ir libre
(Juan 11:1-45)
Hoy termina la serie de tres grandes evangelios de Cuaresma con una historia evangélica de vida y libertad. De la misma forma que los Evangelios de los últimos dos domingos, la dramática historia de Jesús que resucita a su amigo Lázaro es una historia de amor, fe y creencia.
En la historia encontramos tres grupos de creyentes: los que creen que Jesús podría haber evitado la muerte de Lázaro (ya que Jesús es un sanador); los que creen en él al ver que resucitaba a Lázaro, y los que, como Marta, creen en Jesús, aunque Lázaro haya muerto.
En este Evangelio, Jesús se declara a sí mismo como ‘la resurrección y la vida’. Lo vemos profundamente afectado por la muerte de su amigo. Lo encontramos orando seriamente a Dios. Lo vemos lleno de fuerza cuando ordena a Lázaro que abandone la tumba.
Una cuestión que se menciona poco acerca de este relato es la imagen de amor que lo impregna. El Señor Jesús ha tratado a la samaritana con dignidad, respeto, dulzura y amor, y ha tendido la mano con amor para curar al ciego sin que nadie lo pidiera. En este relato se aprecia con mucha claridad su amor por Marta, María y Lázaro, y el dolor que experimenta por ese amor.
Esto, una vez más, pone de manifiesto la conexión entre la fe y el amor. Si Juan pretendía con esta narración tranquilizar a su comunidad (aquellos que creen en Jesús), entonces deja claro que ellos también son amados por Jesús, y sugiere de alguna manera que Jesús también lloraría cuando el mal (la enfermedad y la muerte) llegase a sus amigos (los creyentes). El consuelo final es que esta relación amorosa y llena de fe que tenemos con Jesús no solo nos sostiene en la vida, sino que también nos observa a través de los momentos oscuros del sufrimiento y la muerte - en última instancia, a la vida más allá de las restricciones que encontramos en este mundo.
Finalmente, seremos libres.
Para mí, las palabras más importantes del Evangelio son:
Desatadle, dejadle ir libre.
La libertad es una de las aspiraciones más profundas de la humanidad. Nos esforzamos por ser libres: de la enfermedad, de las preocupaciones, del miedo, (sobre todo en estos momentos) de las expectativas de los demás, de la culpa, de nuestras faltas, etcétera. La libertad suprema es la libertad de la eterna muerte.
Tenemos conocimiento de que podemos estar físicamente vivos y espiritualmente muertos por la envidia, la codicia, el miedo y el odio. Nos consta que podemos causar la muerte a los demás mediante la mentira, el cotilleo, la mezquindad, la crueldad, la negativa al perdón y similares.
Viviendo el Evangelio nos damos vida, amor y libertad a nosotros mismos y a los demás.
Un momento en silencio para la reflexión
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Celebrando en Familia - IV Domingo del Tiempo de Cuaresma
Camino hacia la luz
(Juan 9:1-41 texto breve)
Durante el Evangelio de este domingo, acompañamos al ciego de nacimiento en el camino hacia la luz.
En la versión completa de este Evangelio, lo primero que leemos es que Jesús anuncia que el hombre está libre de pecado, que ha nacido ciego para que la gloria de Dios se manifieste en él.
A continuación, Jesús da la vista al ciego. Fíjate en que el hombre no pidió ser curado: es la iniciativa de Jesús, que da el primer paso y se acerca a él con amor. De esta manera es como Jesús se acerca a nosotros también.
Cuando el hombre regresa a casa, sus vecinos y amigos no lo reciben con alegría ni le dan la bienvenida. Por el contrario, es recibido con muchas preguntas y sospechas. Parecen ciegos ante lo que le ha sucedido. Estos mismos vecinos y amigos llevan al hombre ante las autoridades religiosas para consultar su opinión sobre la situación. Pero ellos también reciben al hombre con muchas preguntas y grandes sospechas, y finalmente lo echan. También ellos están ciegos ante la obra de Dios, tanto en el hombre como en Jesús, que lo ha curado.
Jesús se encuentra con el hombre y le pregunta sí cree. El hombre pregunta en quién debe creer. Jesús le responde: ‘En mí’. El hombre, que ahora ve claramente quién es Jesús, cree y adora.
Todo el mundo de este hombre se ha transformado totalmente, de la oscuridad total a la luz, gracias a la
acción amorosa de Jesús. Poco a poco, a lo largo de lectura, el hombre se va dando cuenta de quién es Jesús. Al principio, Jesús es simplemente ‘un hombre’, luego ‘un profeta’, después ‘Hijo del Hombre’ y, finalmente, ‘Señor’.
Nosotros también podemos estar ciegos ante las muchas formas en que Dios está presente en nuestras vidas y en las de quienes nos rodean. Puede llevarnos algún tiempo en nuestro camino de fe, darnos cuenta de quién es Jesús y permitir que nuestras vidas se llenen de luz.
Las velas que utilizamos en nuestras iglesias nos recuerdan la vitalidad y la vida de Cristo que se nos ha confiado. Con nuestras mentes iluminadas y nuestros corazones ardientes por el Espíritu de Cristo, nosotros también desarrollamos una verdadera comprensión y, a medida que el corazón de Dios comienza a latir dentro del nuestro, nos convertimos en luz y calor para los demás.
¡Que la luz de Cristo arda con fuerza en nosotros!
Un momento en silencio para la reflexión
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Celebrando en Familia - Tercer Domingo del Tiempo de Cuaresma
Venid y bebed
(Juan 4:5-16, 19-26, 39-42)
El domingo pasado, el Evangelio de la Transfiguración completó la pequeña parábola que se inicia con el inicio de la Cuaresma. Los Evangelios de los dos primeros domingos describen la Cuaresma y la vida cristiana como un viaje constante de la tentación y la duda a la transfiguración y la fe; un viaje que nos aleja de dejarnos tentar por el mal y nos lleva a dejarnos tentar por el bien por la acción del Espíritu Santo de Dios en nosotros.
Los Evangelios de los tres próximos domingos dejan claro que el camino de la tentación a la transfiguración es a través de Jesucristo, que es Agua Viva, Luz y Vida para el aspirante a discípulo. Son tres grandes historias de Juan sobre la respuesta de fe:
• La mujer junto al pozo: alcanzar la fe a pesar de las barreras, la historia personal, las diferencias de tradición religiosa, las circunstancias de la vida.
• El ciego de nacimiento: la fe crece en medio de toda clase de pruebas y de las dudas de los otros.
• La resurrección de Lázaro: la fe sometida a prueba por lo último: la muerte.
El primero de los tres ‘grandes Evangelios’ de la Cuaresma es el de este fin de semana: el encuentro entre Jesús y la samaritana.
La primera lectura del Éxodo sienta las bases del Evangelio. El pueblo tiene sed y Dios le da agua, aunque se quejen de él y lo ‘pongan a prueba’.
Del relato de la conversación de Jesús con la mujer samaritana podemos deducir que la fe nace del encuentro personal con Jesús, que nos ofrece el agua viva de su Espíritu. Jesús nos ofrece su Espíritu a pesar de todo tipo de obstáculos, de nuestra historia personal o de nuestras circunstancias y, a menudo, de nuestra obstinada resistencia. La fe es un viaje: es necesario un tiempo para comprender lo que se ofrece y quién lo ofrece. Debemos superar algunos obstáculos en lo que respecta a la religión o la práctica religiosa para entrar plenamente en la fe que no depende de los cultos rituales. La fe nos convierte en misioneros, evangelistas, proclamadores de la Buena Nueva.
El agua es un poderoso símbolo de vida. Se puede aguantar muchos días sin comer, pero solo unos pocos sin agua. En nuestra tradición cristiana, el agua es un símbolo fuerte de la vida de Dios que nos sostiene y da vida a nuestros corazones. Por eso la utilizamos en el Bautismo y para bendecir objetos y a nosotros mismos. El agua viva que Jesús promete es su Espíritu. Un espíritu que cura y transforma; que se deleita en la experiencia del amor y la misericordia de Dios; que no puede dejar de proclamar la bondad de Dios.
Nuestro nuevo encuentro con el espíritu de Cristo en esta Cuaresma nos cura y nos transforma, y nos convierte en un “evangelio vivo para que todos lo oigan”.
Un momento en silencio para la reflexión
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Celebrando en Familia - II Domingo del Tiempo de Cuaresma
La Transfiguración
(Mateo 17,1-9)
El Evangelio de la Transfiguración de este domingo completa la ‘pequeña parábola’ formada por los Evangelios de los dos primeros domingos de Cuaresma.
Estos Evangelios nos explican de qué se trata la Cuaresma y en qué consiste la vida cristiana: un viaje constante desde la tentación y la duda hasta la transfiguración y la fe. Un camino que nos aleja de la tentación del mal y nos encamina al bien por la acción del Espíritu Santo en nosotros.
Jesús, como ‘el Elegido’, manifestará plenamente la gloria de Dios con su resurrección. Por un lado, este Evangelio contempla la Pasión y la Resurrección de Jesús. Por otro lado, nos invita a reflexionar sobre nuestro camino de la tentación hasta la transfiguración.
El camino que emprende Jesús no termina en la muerte, sino en la vida. Por medio de la oración, permanecemos en contacto con el corazón de Dios que permite que su amor nos transforme y nos transfigure en retoños de bondad. Así permitimos que la gloria de Dios se vea en nosotros y a través de nosotros.
La Transfiguración significa ser ‘penetrado’ por la presencia de Dios. Ser transfigurado es permitir que la presencia de Dios nos transforme plenamente. Es una revolución de mente y corazón impulsada por el Espíritu de Dios y habilitada por la apertura de corazón. Nuestra vida como cristianos consiste en ser transfigurados por el Espíritu de Dios, para que Dios sea visto y experimentado por medio de nosotros.
Se necesita fe y perseverancia para dejarnos conducir por la pasión, la esperanza y la visión de Dios en lugar de nuestros propios deseos y anhelos. Se necesita una gran fe para confiar en la Palabra de Dios. Si confiamos, la Palabra viva del Elegido forma en nosotros el corazón de Dios.
Un momento de silencio para la reflexión
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Celebrando en Familia - I Domingo del Tiempo de Cuaresma
Desde la tentación hasta la transfiguración
(Mateo 4,1-11)
¡Nuestro gran itinerario de Cuaresma ha comenzado! Es un camino que comienza con las cenizas y termina con el agua. El fuego es una parte profunda de la experiencia humana.
Conocemos su poder para destruir, ennegrecer y reducir a cenizas.
Nosotros sabemos que el mal puede hacer lo mismo: destruye nuestra integridad de espíritu, ennegrece nuestras vidas y reduce la belleza de la vida humana a polvo.
Comenzamos la Cuaresma con la ceniza, reconociendo nuestra propia fragilidad en albergar, crear y hacer el mal en nuestros corazones donde el fuego de la ira, de la amargura, del egoísmo o la estrechez de mente y corazón no han dejado más que cenizas frías.
La ceniza nos recuerda que nuestra verdadera vida no se encuentra en cosas temporales, que ocasionalmente se convierten en polvo, sino que está en las cosas eternas. También, sabemos que de la ceniza puede brotar una nueva vida fuerte y florecida en plenitud. Ese es el milagro de la Pascua.
Como siempre, los Evangelios de los dos primeros domingos de Cuaresmas, nos proporcionan un itinerario cuaresmal desde la tentación (este domingo) hasta la transfiguración (el próximo domingo).
No permitimos ser tentados por la ceniza del egoísmo y de la estrechez de corazón para entrar en una vida de bondad con el corazón abierto. Celebremos la gracia de Dios para con nosotros compartiendo lo que tenemos con los más necesitados, ya sea comida, dinero, tiempo, amor, amistad o compasión. Eso es lo que significa ‘arrepentirse y creed en la Buena Nueva’.
En estos días que somos más conscientes del impacto de la vida humana en creación de Dios, podríamos pensar en algún ayuno permanente por nuestro consumo excesivo de energía, de alimentos y gasolina para permitir que nuestra tierra (Casa Común) sane, respires y continúe siendo fuente de sustento y vida para toda la familia humana.
Momento de silencio para reflexionar
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Celebrando en Familia - Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario
Hacer un esfuerzo adicional
(Mateo 5:38-48)
La venganza, las represalias y la violencia parecen ser parte intrínseca de la experiencia humana. A menudo, cuando somos heridos, nuestro primer impulso es la represalia, vengarnos de quien nos causó el daño.
Así es como se comienzan los ciclos de violencia.
Estos ciclos pueden perpetuarse en las familias, por ejemplo, a lo largo de generaciones, y permanecer mucho tiempo después de que el suceso original haya sido olvidado.
En el Sermón de la Montaña, Jesús llama a sus discípulos a nuevas formas de tratar la violencia y el trato injusto: no con venganza y represalias, sino con generosidad y perdón de corazón abierto.
Las enseñanzas de Jesús debieron de sonar como los desvaríos de un loco para sus oyentes. Incluso para nosotros hoy en día esa enseñanza puede ser ‘difícil de tragar’. ¿Nos está pidiendo Jesús en serio que ofrezcamos la otra mejilla al que nos golpea, que suframos el doble de la herida? Si alguien quiere nuestra camisa, ¿tenemos que darle también nuestro abrigo? Si alguien nos obliga a recorrer una milla, ¿de verdad tenemos que recorrer dos millas? ¿Amar a tus enemigos? ¿Rezar por los que te persiguen? ¿En serio?
El desafío de las palabras de Jesús es que sus discípulos actuemos siempre en nuestras relaciones con los demás de la misma manera en que Dios actuaría. De este modo, podemos interrumpir los ciclos de violencia que, de otro modo, nos atraparían.
Jesús llama a sus seguidores a una mayor justicia, incluso cuando son tratados injustamente. Toma las interpretaciones tradicionales de las antiguas enseñanzas bíblicas y las lleva a un mayor entendimiento con una interpretación más amplia.
La virtud y la justicia no consiste en quedar bien exteriormente, en cumplir la ‘letra de la Ley’.
Consisten en ser buenos interiormente y actuar por el bien de los demás, permitiendo que el corazón Dios reine en el nuestro. Eso es lo que nos lleva a una relación correcta con Dios y con el prójimo.
La verdadera virtud cristiana siempre va más allá de lo que se requiere. Siempre está dispuesta a ‘hacer un esfuerzo adicional’ en tolerancia, amor, perdón y misericordia. Manifiesta la excesiva generosidad de Dios.
La perfección de la verdadera santidad se encuentra en actuar hacia los demás, incluidos nuestros enemigos, como Dios actúa hacia todos nosotros.
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Celebrando en Familia - Sexto Domingo del Tiempo Ordinario
Generosidad excesiva
(Mateo 5:17-37)
En la tradición judía, la enseñanza sobre cómo estar en paz con Dios y con el prójimo se encuentra en la Torá, la enseñanza contenida en los primeros cinco libros de las Escrituras hebreas (Antiguo Testamento).
Es especialmente importante para San Mateo, al escribir su Evangelio para los creyentes judíos, mostrar que Jesús no se opone a las enseñanzas y tradiciones judías. No creáis que he venido a abolir la Ley ni los profetas, sino a dar plenitud.
Pero para Jesús, no es suficiente con seguir estas enseñanzas de una manera superficial. Jesús proclama un sendero de profunda transformación que comienza en la intimidad.
La versión corta del Evangelio de este domingo comienza así: ‘Yo os digo que, si vuestra virtud no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos». Quienes escuchaban a Jesús se habrían sentido profundamente escandalizados por estas palabras. Los escribas y fariseos eran considerados los justos, los que tenían más posibilidades de entrar en el cielo. Eran expertos practicantes de la Ley. Pero Jesús llama a sus discípulos a una justicia mayor. Toma las interpretaciones tradicionales de las enseñanzas bíblicas y las corrige y amplía en una interpretación más generosa.
Varios ejemplos de la lectura del Evangelio de hoy sirven para demostrarlo. Como siempre, las palabras de Jesús van al corazón y a partir de ahí abordan la cuestión. Por ejemplo: no basta con poder decir: ‘No matarás’. ¿Qué pasa con la ira de tu corazón que da lugar a toda una serie de insultos, rencores e injurias contra otra persona?
La virtud y la rectitud consisten en mantener una relación correcta con Dios y con los demás. No se trata de parecer bueno por fuera, de cumplir la ‘letra de la Ley’, sino de ser bueno interiormente, de tener la actitud correcta en el corazón para estar en una relación correcta con Dios y con el prójimo. Esta actitud del corazón se manifestará en acciones generosas que den vida y hagan que el mundo sea seguro para todos.
La verdadera virtud cristiana va siempre más allá de lo que se requiere y siempre refleja la excesiva generosidad de Dios.
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Celebrando en Familia - Quinto Domingo del Tiempo Ordinario
Vulnerables y arriesgados
(Mateo 5:13-16)
El domingo pasado, en las ‘Bienaventuranzas’, Jesús llamó a sus discípulos a ser vulnerables y a vivir su vida de forma arriesgada.
Esta semana, continuando con el Sermón del Monte, Jesús dice que, si viven así, serán como la sal que transforma el sabor de la comida y la luz que transforma la oscuridad.
El camino de transformación produce el sabor y la luz de las buenas obras que alivian las cargas de nuestros semejantes, no para la alabanza del discípulo sino para la alabanza de Dios. De esta forma, estas buenas obras atraen a todos al círculo de la amistad de Dios y a la experiencia del reino.
Los discípulos caminan por el camino de la vulnerabilidad y el riesgo para aliviar las cargas de los seres humanos; para hacer que el mundo sea seguro para sus hermanos y hermanas.
Estas acciones buenas y sanadoras hacia nuestros semejantes restauran la vida, sanan las relaciones y buscan la paz y la justicia.
Esta postura de no agresión, no aferramiento y no competitividad difícilmente podría ser descrita por muchos en el mundo actual como el camino hacia la vida de éxito. Vivir según el Evangelio en un mundo que idolatra y celebra la riqueza, el poder, la violencia, el estatus y el comportamiento engañoso y combativo es un verdadero reto. También nosotros podemos ser fácilmente seducidos.
Tenemos que ser valientes y audaces en nuestro cuidado mutuo, como una ciudad iluminada en lo alto de una colina. ¿Podemos correr el riesgo de ser pobres de espíritu, amables, pacificadores, trabajar por lo que es justo, ser misericordiosos o ser perseguidos por la causa de lo justo? ¿Podemos ser vulnerables y correr riesgos?
Como siempre, la primera lectura (ver más abajo) sirve de introducción al texto del Evangelio.
La lectura de Isaías (58,7-10) ofrece algunos ejemplos muy prácticos de buenas obras: comparte con los hambrientos tu pan, viste al desnudo, cuida de los miembros de tu familia. Entonces ‘brillará tu luz’. La integridad será tuya y Dios caminará contigo. Si acabas con la palabra airada y el puño cerrado, ayudas a quien tiene hambre, alivias a quien está oprimido, tu luz se alzará en las tinieblas y tus sombras se volverán como el mediodía.’
¡Una gran ‘puesta en escena’ para el Evangelio!
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Celebrando en Familia - Cuarto Domingo del Tiempo Ordinario
Entender la visión
(Mateo 5:1-12)
El Evangelio del pasado domingo presentó el inicio del ministerio de Jesús en Galilea, su llamado a la conversión, la elección de algunos discípulos y la difusión de su fama.
Durante los próximos cuatro domingos, la Iglesia nos brindará la oportunidad de estudiar las enseñanzas de Jesús que se encuentran en los capítulos 5 al 7 del Evangelio de Mateo. Estos capítulos forman parte del Sermón del Monte. El Evangelio de cada domingo es una continuación del anterior: corresponden al primer discurso del Evangelio de Mateo y deben interpretarse en su contexto, no como una serie de dichos aislados.
Las ‘Bienaventuranzas’ son el texto introductorio de las enseñanzas de Jesús sobre el Reino, el discipulado, el verdadero significado de la ley y la verdadera justicia (virtud), la disposición interior del corazón frente al cumplimiento externo de la Ley, confianza en Dios y permanecer en el Reino como el centro de la vida de los discípulos.
Las bienaventuranzas de Mateo se han interpretado como un modelo de vida para los seguidores de Jesús. En el contexto de la llamada de Jesús a la conversión (la idea radical de un cambio y una transformación), aquellos que estén dispuestos a transformarse podrán disfrutar de las bendiciones del Reino como recompensa.
El ser ‘pobre de espíritu’, experimentar tristeza por el estado actual de las cosas, ser amable y desinteresado en la manera de actuar, tener un compromiso apasionado con la justicia, ejercer misericordia en lugar de aprovecharse, ser ‘puro de corazón’, ser ‘pacificadores’, soportar la persecución y la calumnia por el bien obrar en la vida y la lealtad a Cristo: todas estas cosas hacen que uno sea vulnerable aquí y ahora, lo que conlleva muchas pérdidas. Los vulnerables hacen que el mundo sea más seguro para la humanidad.*
Para los que viven de acuerdo con el corazón de Dios como Jesús lo revela, las bendiciones del cielo serán suyas, su lugar en la casa de Dios estará asegurado y estarán haciendo del mundo un lugar seguro para sus hermanos y hermanas.
*Byrne, Brendan, Lifting the Burden: reading Matthew’s Gospel in the Church Today. St Pauls, 2004, pp55-57
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