La parroquia carmelita de Santa Teresa de Lisieux en Cresskill, Nueva Jersey, apareció en un artículo de la revista America Magazine sobre el ministerio de la Iglesia católica para discapacitados en Estados Unidos. La parroquia de Santa Teresa es líder en este ministerio.

La autora del artículo visitó la parroquia y observó que «la gente llega pronto y las familias hablan entre ellas». Llama la atención porque es nueva y le preguntan su nombre, una experiencia nueva para ella incluso después de haber asistido a muchas iglesias diferentes. El santuario «grita los años 70» pero «la parroquia se siente plenamente viva». Unas 15-20 familias asisten regularmente a la misa dominical mensual.

Los discapacitados prestan servicio como lectores y monaguillos. Tras la misa, los asistentes se reúnen en otro edificio, y gran parte de la comida y la bebida corre a cargo del «comité de hospitalidad de la misa de necesidades especiales, formado por muchos feligreses que no tienen ninguna relación con la comunidad de discapacitados, salvo su deseo de apoyarla».

La misa fue iniciada por el carmelita Samuel Citero, actual párroco de Santa Teresa. Su inspiración vino de una peregrinación que hizo a Lourdes en 2015. «No hizo falta mucho para convencer a nuestra parroquia», dijo, gracias a su compromiso de larga data con las preocupaciones sociales.

A diferencia de muchas parroquias estadounidenses, la de Santa Teresa, en un suburbio de la ciudad de Nueva York, ha experimentado un crecimiento en los últimos años, incluido un puñado que se unió a Santa Teresa por su postura acogedora hacia las personas con discapacidad. «No intentamos robarle feligreses a la gente, pero hacemos lo que hacemos», dice.

El problema ha sido la acogida que algunas de estas familias han recibido en su propia parroquia. «A algunos se les niegan los sacramentos, así que asumimos esa responsabilidad», explica el padre Citero. A algunas personas discapacitadas se les niega la Eucaristía si el párroco cree que no pueden «distinguir el cuerpo de Cristo de la comida ordinaria», como ordena la Declaración Pastoral de los Obispos de Estados Unidos sobre las Personas con Discapacidad, publicada en 1978. Pero muchas parroquias carecen de catequesis para que las personas con discapacidad empiecen a comprender el misterio de la Eucaristía. (Y pocos adultos neurotípicos se enfrentan a un escrutinio similar sobre su comprensión de la transubstanciación).

Según el artículo, «Misas como la de Santa Teresa ofrecen espacios seguros para el culto de las personas con discapacidad, donde nadie pestañea si tienen un arrebato o necesitan salir un momento. También pueden ofrecer adaptaciones sensoriales. Las misas incluyen a personas con discapacidad entre los ministros litúrgicos, lo que recuerda al resto de la congregación que las personas con discapacidad tienen abundantes dones que compartir con la Iglesia».

La parroquia también puede ser un lugar donde las personas con discapacidad que tienen dificultades para hacer amigos de adultos puedan encontrar una comunidad que les acoja, afirme su dignidad y les ofrezca un espacio para ofrecer sus dones y talentos.