La real presencia de Jesús en medio de nosotros
Es un poco extraño celebrar la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo en un momento en que muchos no podéis asistir a la Misa y recibir la Eucaristía. Sin embargo, creo que esta vez puede ser una bendición para todos nosotros.
Cuando a lo que estamos acostumbrados cambia de repente, es un desafío. Es difícil combatir con una sensación de pérdida. Pero si la podemos trascender, se convierte en una oportunidad. Estoy pensando, en este momento, en las muchas personas que se han enfrentado a nuevas situaciones, en estos últimos meses, y que han tenido nuevas oportunidades: Enólogos que producen desinfectante para las manos, restaurantes y escuelas de cocina que elaboran comidas para las personas vulnerables. Fabricantes de ropa que producen máscaras faciales. Ellos no intentaron hacer los que siempre habían hecho; hicieron algo nuevo, práctico y útil con lo que tenían.
También nosotros, lo estamos haciendo. Nos hemos deleitado con las palabras del Evangelio, explorando el misterio de la acción de Dios en nuestros corazones y hemos sido llamados a ser el amor de Dios en el mundo.
Estamos muy acostumbrados a pensar que la Presencia Real de Jesús está en el Santísimo Sacramento. Pero, la presencia real de Cristo, también, está en la comunidad cuando se reúne en su nombre para escuchar la Palabra de las Escrituras, recordando lo que Jesús dijo y realizó en la Última Cena (la bendición sobre el pan y el vino y el lavatorio de los pies), cuando juntos comparten la Eucaristía, cuando salen y continúan compartiendo la eucaristía con actos de amorosa bondad, con palabras de ternura que alimentan la vida de los demás.
La Eucaristía no es un objeto para ser observado, sino una acción que se debe celebrar para que la presencia de Jesús continúe sanando y salvando.
Tal vez es necesario pensar más profundamente en la presencia real de Jesús en los seres humanos. El pan y el vino no tienen ojos para mirar con amor, ni cara para sonreír, ni boca para pronunciar palabras reconfortantes, ni brazos para sostener al afligido y al enfermo, ni para echar una mano, ni oídos para escuchar el dolor. Pero nosotros si.
De hecho, estamos llamados a convertirnos en la Eucaristía, que alimenta a los que nos rodean, con el alimento del corazón, con el respeto, con el amor, con la compasión, con la esperanza y el perdón.
«También nosotros nos hemos convertidos en su cuerpo y, por su misericordia, somos lo que recibimos». (San Agustín)
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Somos conscientes que Cristo não só se faz presente no Santíssimo Sacramento, mas também está em nossos corações. Mesmo quando estamos sós, continuamos sendo membros do Corpo de Cristo.
O lugar que escolher para esta oração, poderia ter uma vela acesa, um crucifixo e a Bíblia. Estes símbolos ajudam a manter-nos conscientes do sagrado que é o tempo de oração e a nos sentirmos unidos com as outras comunidades locais que estão em oração.
A celebração é organizada para que um dos membros da família a presida e os demais membros participem juntos. Porém, a parte do presidente da celebração pode ser compartilhada por todos os presentes.