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Jueves, 23 Noviembre 2023 08:23

Celebrando en Familia - Jesucristo, Rey del Universo

Ser presencia viva de Dios
(Mateo 25:31-46)

El evangelista Mateo es el único que nos narra el relato del juicio final en el Reino de Dios. Presenta un cuadro de la gloriosa venida del Rey y la asamblea de todos los habitantes de las naciones, que luego los separa en dos grupos: ovejas y cabritos.

Se pronuncia un juicio, no basado en la belleza física, en la riqueza, en el poder, en el estatus ni siquiera en la práctica religiosa.
Lo que determina quiénes heredarán la vida eterna del Reino son las obras de servicio al prójimo necesitado: los hambrientos, los sedientos, los desnudos, los enfermos y los encarcelados.

Quizás sorprende que en la lista no se mencionan los deberes religiosos como la oración, el culto litúrgico, el ayuno, la entrega del diezmo o cualquiera otra práctica religiosa.

Muy probablemente se supone que estas cosas están presentes en las personas reunidas. Pero, la diferencia entre los dos grupos es cómo respondieron las necesidades del prójimo.

Al final de la jornada, el discípulo está llamado a ser presencia viva del Reino de Dios en el mundo y a transformar el sufrimiento del pueblo en alegría mediante obras de amor y bondad. Las cabras agravan las horribles situaciones que padecen los seres humanos por su negligencia, por su desamor.

El discípulo virtuoso es presencia de viva de Jesús en el mundo. Tiene conciencia que Jesús le ha confiado el Reino en sus manos. En el Reino de Jesús, el discípulo no es maestro, sino ‘servidor’ ¿Recuerdas con qué frecuencia hemos escuchado que el primero será el último y el último será primero?

Toda la idea del ‘Reino’ ha sido completamente descrita en la enseñanza de Jesús: solo hay un maestro y todos vosotros sois hermanos… Los discípulos son realmente el reino, tienen el poder del espíritu de Jesús sobre ellos. Pero este poder no debe ejercerse en sentido clásico de ‘tener poder sobre los otros’, sino como verdaderos servidores. El poder del espíritu de Jesús los anima a realizar obras de bondad para los hermanos y hermanas de Jesús que están en condiciones infrahumanas para traerles la salvación y la salud.

Estamos, una vez más, delante una parábola de ‘advertencia’ a los discípulos para que tomen conciencia si están viendo la vida del Reino correctamente. No pretende ser una profecía acerca del último día. Está destinada a que los discípulos consideren cuidadosamente si viven la vida del Reino que se les ha sido confiado.

Los discípulos de Jesús no deben repetir el error de los fariseos justificando la fe en Dios y reduciéndola a la observancia externa.

Los discípulos deben asumir la vida (la gracia) del Reino de Dios en su interior, trabajando generosamente con este don para que la vida de Jesús, que obra en ellos, se desborde en obras de amor y bondad; para que sean uno en corazón y en mente con Cristo (como dice San Pablo). Los discípulos se convierten en Cristo en su momento histórico, viendo, pensando y actuando como lo haría Jesús.

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