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Celebrando en Familia - XXXII Domingo del Tiempo Ordinario
El Camino del servicio generoso
(Marcos 12:38-44)
Las lecturas de este fin de semana deben modelar nuestra respuesta a los necesitados. Son dos viudas las que nos muestran el camino para vivir según la mente y el corazón de Dios.
La primera lectura nos habla de la generosidad de una viuda pobre con el profeta Elías. A pesar de que le quedaba su última ración de comida, que guardaba para su hijo y para ella misma, estaba dispuesta a compartirla con Elías. Su recompensa fue un suministro interminable de harina y aceite.
La misma generosidad muestra la viuda (pero no los escribas) en el Evangelio. Su dedicación y generosidad en medio de su pobreza fue un verdadero sacrificio.
La viuda contrasta con los escribas ricos que es filan con largas túnicas y hacen alarde de largas oraciones.
Jesús los condena por su falta de sinceridad, su uso del espectáculo religioso para mejorar su estatus y su injusta explotación de las viudas.
Jesús no quiere que sus discípulos imiten la vistosa religiosidad de los escribas corruptos, sino la sinceridad y la generosidad de la viuda, que lo dio ‘todo’, como Jesús lo dará ‘todo’ en la cruz. Es un refuerzo de los mensajes sobre ‘venir a servir, no a ser servido’ que han dominado las últimas cuatro semanas de lecturas.
El camino de Jesús no consiste en el espectáculo, sino en la dedicación sincera y la generosidad en nuestro servicio a Dios y a los demás. Recordemos los relatos contrastados de Santiago y Juan y de Bartimeo de las dos últimas semanas.
Seguir a Cristo no consiste en dar lo que sobra, sino en darlo todo. Las dos viudas dieron todo lo que tenían para vivir. Jesús dará su vida por nuestra salvación.
Es el tipo de dedicación y generosidad desinteresada que vemos en las personas que ponen su propia vida en riesgo mientras intentan rescatar a otros del desastre. Los discípulos están llamados a darlo todo en su seguimiento de Jesús y en su generoso servicio a los demás.
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Celebrando en Familia - XXXI Domingo del Tiempo Ordinario
El Gran Mandamiento
(Marcos 12:28-34)
La primera lectura del Libro del Deuteronomio y el Evangelio de hoy están unidos por la palabra del Shema, el credo que los judíos observantes rezan cada mañana y cada tarde. Estas palabras provienen del Deuteronomio: Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas . El título Shema viene de la palabra hebrea ‘escuchar’, la primera palabra de la oración.
De alguna manera, el Shema es una llamada a la conversión: a escuchar profundamente con el corazón y a responder a la gracia y la misericordia de Dios con amor, fidelidad y obediencia.
Cuando un escriba le pregunta a Jesús: ‘¿Qué mandamiento es el primero de todos?’, Jesús le responde citando el Shema y luego añade una cita del Libro del Levítico (19,18): ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. Según Jesús, no hay ningún mandamiento más importante que estos.
El escriba queda impresionado por la respuesta de Jesús. Sus palabras a Jesús muestran que ha comprendido lo que Jesús quiere decir. Al repetir lo que Jesús acaba de decir con sus propias palabras, el escriba añade también: ‘vale más que todos los holocaustos y sacrificios’. Ahora es Jesús quien queda impresionado por la profundidad de la comprensión del escriba: que el amor es el corazón mismo de la profundidad de la obediencia de Dios y más importante incluso que el culto ritual. La correcta comprensión de la ley del Antiguo Testamento por parte del escriba significa que está muy cerca del reino de Dios.
También significa que la verdadera fe, tal y como la enseña Jesús, consiste en mantener una relación de amor con Dios y con otros seres humanos. Los rituales religiosos deben ser formas de reflexionar, saborear, recordar, celebrar y expresar ese amor. A veces acaban siendo rituales ‘vacíos’, cuando el amor ha sido sustituido por el miedo, cuando intentamos negociar con Dios, o cuando nos limitamos a ‘pasar/entrar por el aro’.
El Reino de Dios no es un lugar lejano, sino los momentos en que la vida de Dios irrumpe en la historia humana. Esos momentos traen amor, sabiduría, gracia, compasión, generosidad, perdón y paz. Los que practican las cosas de Dios reconocen la presencia de Dios sobre todo en las relaciones de amor. Si nuestros rituales surgen y expresan nuestro amor sincero a Dios y al prójimo, entonces tienen valor. Muchas veces corremos el riesgo de poner lo ritual por encima de la práctica del amor, pensando que estamos en las buenas con Dios solo por asistir a una liturgia, en cierto sentido, ‘pagar a Dios’, en cierto sentido.
Las palabras de Jesús nos recuerdan la importancia de la otra parte de nuestra vida religiosa: la liturgia de la vida cotidiana en la que hacemos presente y visible el amor, la misericordia y la compasión de Dios.
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Celebrando en Familia - XXX Domingo del Tiempo Ordinario
¿Qué quieres que haga por ti?
(Marco 10:46-52)
Hay todo tipo de ceguera: física, falta de visión o percepción, falta de voluntad para ver una realidad que se enfrenta, etc. Durante muchas semanas hemos viajado con Jesús y los discípulos en su camino hacia Jerusalén. Muchas veces, los discípulos han parecido casi deliberantemente ciegos para comprender la misión de Jesús. Una y otra vez, sus propios egos parecen interponerse en el camino: discusiones sobre quién es el más grande, el deseo de ser personas de alto estatus, poderosos y príncipes y gobernantes en el reino.
En el viaje, Jesús ha estado instruyendo a los discípulos sobre su misión y su llamada a ser verdaderos seguidores suyos. Como hemos visto, se han resistido en gran medida a ambas cosas.
Nos acercamos al final del viaje. El episodio del Evangelio de hoy, la curación del ciego Bartimeo, es el últimos antes de que Jesús entre en la Ciudad Santa Puede que Bartimeo sea ciego, pero ve más claramente quién es Jesús que los discípulos videntes.
En términos de fe, son los discípulos los que están ciegos, y es Bartimeo el que ve.
Incluso en su ceguera, Bartimeo reconoce quién es Jesús. Cuando Jesús le llama, su reacción está llena de energía y entusiasmo. Se despoja de su manto, se levanta de un salto y se dirige a Jesús, en contraste con la actitud más bien vacilante de los discípulos.
Jesús le devuelve la vista a Bartimeo con las siguientes palabras: ‘Vete, tu fe te ha salvado’. Pero Bartimeo no se va, sino que se queda y sigue a Jesús.
Jesús no sólo le ha devuelto la vista a Bartimeo, sino que también ha eliminado la mancha de pecado que rodeaba a los discapacitados en aquella época.
Esta historia es una parábola sobre el discipulado.
Bartimeo es una imagen del verdadero discípulo.
Reconoce su ceguera y pide la curación. Se acerca a Jesús con gran fe y entusiasmo y no mucho más. Una vez recuperada la vista, se convierte en un seguidor de Jesús en el viaje a Jerusalén.
La presencia de Jesús en nuestras vidas nos sana y nos devuelve a nuestra verdadera vocación de Pueblo de Dios para que podamos seguir verdaderamente a Jesús en nuestras vidas.
Lo que Jesús le pide a Bartimeo, nos lo pide a nosotros también: ¿Qué quieres que haga por ti?
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Celebrando en Familia - XXIX Domingo del Tiempo Ordinario
Servidores, no amos
(Marcos 10:35-45)
¡Ya están otra vez! Se puede perdonar que uno se pregunte cuán lentos son los discípulos para entender el mensaje de Jesús. Durante semanas les ha estado hablando acerca del Reino de Dios y de la conversión del corazón necesaria para que sean sus discípulos.
El episodio del Evangelio de este domingo muestra que, una vez más, no lo entienden. Esta vez se trata de Santiago y Juan, que junto con Pedro forman el ‘círculo íntimo’, el grupo de discípulos más cercanos a Jesús. Santiago y Juan piden los puestos de honor más altos cuando Jesús llegue a su ‘gloria’.
Aunque entienden que Jesús es el Mesías, no entienden qué tipo de Mesías es y qué tipo de Reino está trayendo. Mientras Jesús continúa hablando acerca del camino que seguirá su propia vida a través del sufrimiento, la muerte y la resurrección, los discípulos están tan centrados en sí mismos que ignoran sus palabras.
En lugar de dejar de lado la impetuosa petición de Santiago y Juan, Jesús intenta atraerlos más profundamente al insinuar el camino del verdadero discipulado. Utilizando dos motivos bíblicos, el cáliz (el destino que le espera a una persona) y el bautismo (no el sacramento, sino la idea de que pasar por las pruebas y los peligros es como atravesar aguas tormentosas y turbulentas), Jesús les pregunta si realmente pueden comprometerse a compartir su vida y su misión. Sin dudarlo, dicen: ‘podemos’, y Jesús afirma que lo harán. Pero, en cuanto a los puestos de honor, estos los debe asignar el Padre.
Los otros diez discípulos han estado cerca, escuchando la conversación entre Jesús, Santiago y Juan. Se indignan al oír su petición de ser los primeros y reclamar los puestos de honor para ellos -sin duda, ¡les hubiera gustado hacer lo mismo!
Jesús aprovecha la oportunidad para decirles, una vez más, que la verdadera grandeza en el Reino de Dios reside en el servicio abnegado a la humanidad.
La autoridad en medio del pueblo de Cristo no debe ejercerse ‘señoreando’ a los otros ni utilizando los cargos y capacidades para fines egoístas. La autoridad debe estar siempre al servicio y en beneficio de los demás. Los discípulos están llamados a ser servidores, no amos. A medida que seguimos a Jesús a través del Evangelio, vemos que su autoridad sobre los demonios, la enfermedad y la muerte, así como sus enseñanzas, siempre traen consigo la liberación, restauran la salud y la integridad y ponen a los demás en armonía con Dios y con el prójimo.
Ese es el modelo que a los discípulos que sigan. El único modo de entrar en la ‘gloria’ de Jesús es seguirle en el servicio abnegado a la humanidad, como quien entrega su vida en rescate por muchos.
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Celebrando en Familia - XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario
Nada es imposible para Dios
(Marcos 10:17-27)
En la tradición judía, la riqueza era vista como una bendición de Dios y la persona rica como especialmente bendecida por Dios. Junto con la idea de la bendición y el favor divino venía una obligación divina (a menudo ignorada): el cuidado de los pobres de Dios.
A medida que se desarrolla la conversación entre el hombre rico y Jesús, vemos que es un hombre bueno y recto. Los mandamientos que Jesús enuncia son aquellos que tienen que ver con el trato que uno da a los demás. El hombre rico dice que siempre los ha cumplido.
El amor y el afecto de Jesús por el hombre reconocen sus genuinos esfuerzos por vivir de acuerdo con los mandamientos. Este amor da paso a la llamada al discipulado: «Solo una cosa te falta. Ve, vende todo lo que tienes, da el dinero a los pobres, y así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme». Jesús quiere que este hombre sea su seguidor. Le invita a pasar de un modo de vida centrado en la Torá (la ley judía) a un modo de vida totalmente centrado en Jesús.
Cuando el hombre se acerca por primera vez a Jesús, le pregunta qué más tiene que hacer para heredar la vida eterna sin dejar de mantener la dirección actual desuvida.AloqueJesúsleinvitaesala transformación total de su vida, a ir en una nueva dirección. Jesús le está invitando a un cumplimiento aún más radical de sus obligaciones con el prójimo, vendiendo todo lo que tiene, dando las ganancias a los pobres y convirtiéndose en seguidor de Jesús.
Lamentablemente, el hombre rico no puede dar este paso. Está atrapado y controlado por sus posesiones y no puede dejarlas para entrar en una compañía alegre y vivificante con Jesús.
Cuando Jesús habla de lo difícil que es para un rico entrar en el reino de Dios, los discípulos se quedan asombrados. Ellos también piensan que la riqueza y las posesiones son un signo del favor y la bendición de Dios. Jesús insiste en que ‘más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja que un rico entrar en el Reino de Dios’. Los discípulos están aún más sorprendidos y concluyen que si los ricos no pueden entrar en el reino, ¿qué esperanza tenemos los demás?
La respuesta de Jesús a los discípulos nos dice claramente que si confiamos en los recursos y medios humanos es imposible encontrar la salvación. Pero si confiamos en Dios, entonces podemos ser salvados: el Dios bueno y bondadoso que da el Reino como un don puro e inmerecido.
A veces, las mismas cosas que amamos, en las que encontramos nuestra seguridad y en las que depositamos nuestra confianza, pueden convertirse en nuestra ruina y en un obstáculo en nuestro camino hacia el Reino.
La respuesta de Jesús acerca de Dios, que puede hacer lo imposible, es también una garantía de que Dios está dispuesto a caminar con nosotros, a ayudarnos a encontrar el camino para que nuestros corazones dejen de depender de nosotros mismos y de los bienes humanos y pasen a confiar en el amor y la compañía de Dios.
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Celebrando en Familia - XXVII Domingo del Tiempo Ordinario
Un amor bondadoso y generoso
(Marco 10:2-16)
Sin duda, a muchos les resultará difícil leer el Evangelio de este domingo.
Uno de los grandes temas del Evangelio de Marcos es que, en Jesús, todas las cosas están siendo restauradas al propósito originario de Dios. Eso nos da un poco de contexto para las palabras de Jesús.
Entre los eruditos y los rabinos judíos de la época de Jesús solía haber un intenso debate sobre los motivos del divorcio permitidos por la ley judía (Deuteronomio 24,1). Como recuerda el Evangelio, un hombre podía redactar una ‘acta de despido’, dársela a su mujer y se les consideraría divorciados. Al menos una línea de pensamiento permitía al marido hacer esto por casi cualquier razón. En cierto modo, la cédula era una especie de protección para la mujer, para que no fuera acusada de infidelidad.
Cuando los fariseos se acercan a Jesús, parece que ya están al tanto de sus enseñanzas sobre el divorcio y pueden estar poniéndolo a prueba para que diga algo en contra de Moisés y la Ley. Algo que pudieran utilizar contra él.
Sin embargo, Jesús no habla de la Ley, sino de la intención originaria de Dios para el matrimonio, usando citas del Libro del Génesis.
Las palabras de Jesús dejan claro que el matrimonio forma parte del diseño de Dios para los seres humanos. La rica imagen del marido que se siente tan atraído por su mujer que deja su casa y su familia y los dos se convierten en ‘un solo cuerpo’ implica un gran amor, calor, intimidad y compañía. Cuando Dios une así a los seres humanos, el hombre no debe separarlos.
Más tarde, los discípulos interrogan a Jesús sobre su enseñanza. Es importante entender que la respuesta de Jesús se refiere a una situación en la que una de las partes del matrimonio se divorcia de la otra para casarse con otra persona. No se refiere a una persona que huye de una relación abusiva o que ha fracasado por alguna otra razón. Por lo tanto, es importante no tomar estas palabras de Jesús y utilizarlas como un juicio sobre aquellos que se han divorciado, o que se han vuelto a casar algún tiempo después.
También vale la pena recordar que la propia Iglesia tiene un proceso para ayudar a las personas cuyos matrimonios fracasan, a menudo permitiéndoles casarse de nuevo.
La respuesta que da Jesús reconoce al marido y a la mujer como compañeros iguales en el matrimonio. Según Jesús, ya no está permitido que el marido se divorcie de su mujer ‘porque encuentre algo desagradable en ella’ (Dt 24,1) y tampoco puede hacerlo la mujer. Jesús hace lo mismo en la siguiente historia sobre los niños pequeños. Cuando la gente (probablemente sus madres) lleva a los niños pequeños a Jesús para que los bendiga, los discípulos, actuando como cuidadores, los espantan. Una vez más, los discípulos se equivocan y Jesús los reprende. Parece que ya han olvidado la enseñanza de Jesús en el Evangelio de la semana pasada sobre la acogida del niño pequeño.
Jesús asombra a los discípulos insistiendo en que el Reino de Dios pertenece a quienes lo acogen como niños pequeños, que abrazan de corazón el Reino como un puro regalo de un Dios bondadoso. El Reino no se puede ganar, ni comprar, ni negociar. Es nuestro para que lo tomemos. Todo lo que necesitamos es la conversión del corazón para creer en un Dios que es tan bueno y tan bondadoso como para darnos el Reino gratuitamente y sin medida. En las dos partes del Evangelio de hoy, Jesús enseña que las mujeres casadas no deben ser tratadas como posesiones u objetos, sino con dignidad y respeto. Además de recordar la intención inicial de Dios sobre el matrimonio, Jesús también recuerda la intención inicial de Dios sobre el trato a otras personas, incluidas las que se consideran de menor importancia o sin importancia.
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Celebrando en Familia - XXVI Domingo del Tiempo Ordinario
Hacer el bien en el nombre de Jesús
(Marcos 9:38-43, 45, 47-48)
Los discípulos están aprendiendo mientras Jesús les enseña en que consiste el verdadero discipulado.
La semana pasada, tomando a un niño pequeño, Jesús trató de mostrarles que el verdadero liderazgo consiste en dejar de lado nuestras propias necesidades de estatus sociales –la auto importancia, poder y riqueza, y entregarnos plenamente al servicio de los demás.
Pero los discípulos aprenden lentamente. En el Evangelio de este domingo, cuando comunican que intentaron impedir que alguien expulsara demonios en el nombre de Jesús solo porque «no es uno de los nuestros», probablemente esperaban un elogio de Jesús. En cambio, recibieron una reprimenda.
El verdadero discipulado no consiste en guardar el misterio del Reino para nosotros mismos, para dispensarlo como mejor nos parezca, decidiendo quién merece nuestro amor, preocupación y servicio y, quién no.
Las dos lecturas principales de este fin de semana nos recuerdan que el misterio pertenece a Dios, que elige y usa a quien quiere al servicio de los seres humanos y del Reino. El verdadero discípulo necesita tener la humildad para ver que él o ella es simplemente uno de los muchos que Dios ha elegido.
En el liderazgo del servicio no hay lugar para quienes se exaltan o se creen poseedores de alguna posición privilegiada con poder para controlar el misterio. Y los celos de los demás distorsionan las intenciones de Dios y comprometen nuestros esfuerzos.
En la segunda parte del Evangelio, Jesús redirige la atención de los discípulos hacia el mal que puede encontrarse dentro de la comunidad cristiana. El mal ejemplo o el comportamiento explotador pueden ser un obstáculo para los miembros más vulnerables de la comunidad. Estas personas contrastan con el ‘hombre que no es de los nuestros’, pero que está haciendo algo bueno al usar el nombre de Jesús para curar a la gente: es un ‘verdadero’ discípulo, pero desconocido de Jesús.
Los que proclaman ser verdaderos discípulos pueden muy bien encontrarse a sí mismos como forasteros y excluidos del reino.
Ambas imágenes son en realidad una invitación a todos los aspirantes a discípulos a escudriñar sus propios corazones y a hacer el trabajo de podar aquellas cosas que se interponen en el camino de ser un verdadero discípulo.
Jesús cambia el énfasis de las buenas acciones del forastero al principio de la lectura, a las acciones pecaminosas de los miembros de la comunidad hacia el final de la lectura. Tal vez esté invitando a los discípulos, y a nosotros, a examinar nuestras propias motivaciones y comportamientos en lugar de juzgar a los demás.
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Celebrando en Familia - XXV Domingo del Tiempo Ordinario
Convertirse en un niño
(Marcos 9,30-37)
Las lecturas de hoy continúan los temas del domingo pasado acerca de Jesús como el «siervo sufriente» y la naturaleza del auténtico discipulado. En el camino a través de Galilea, Jesús continúa instruyendo a los discípulos de que sufrirá, morirá y resucitará, pero los discípulos parecen muy lentos para comprender y tienen demasiado miedo de preguntarle al respecto. Tal vez sea una terrible verdad que simplemente no quieren afrontar. Tal vez quieran que Jesús sea un "rey guerrero", un libertador que devuelva la grandeza a Israel y aplaste a los romanos. Quizás han comenzado a pensar en sí mismos como príncipes y gobernantes en este nuevo Israel.
Los discípulos no discuten entre ellos las cosas importantes que Jesús les ha dicho acerca de quién es él y su destino, sino se pelean sobre quién de ellos es el más grande, quién será el primero en la fila para recibir el honor, el poder y la gloria en el reino de Jesús.
Tomando a un niño pequeño como ejemplo, Jesús les dice a los discípulos que el verdadero liderazgo consiste en servir y dar sin esperar nada a cambio. Es difícil para nosotros comprender el poder de lo que Jesús dice y hace aquí. En su tiempo, a diferencia de ahora, los niños no tenían ningún estatus social ni valor alguno. Hasta la edad adulta no eran nadie. Acoger a un niño habría exigido que una persona dejara de lado todas sus ideas de autoimportancia y estatus de adulto para «encontrarse simplemente como un niño como un igual, como niño a niño». Esto es lo que Jesús les dice a los discípulos que hagan. Y lo más asombroso, Jesús continúa identificándose a sí mismo y a Dios con el niño pequeño.
Se trata de un desafío directo a la comprensión de los discípulos sobre el mesianismo de Jesús y a sus nociones acerca de Dios. «¿Hay que pensar en Dios como una especie de gobernante extraterrestre al que solo se le debe temer y servir? ¿o el Dios revelado por Jesús es un Dios cuyo principal gesto hacia los seres humanos es el de Uno que sirve, Uno que viene entre nosotros bajo la apariencia de un niño?» El gesto insólito de Jesús de abrazar a un niño en público expresa poderosamente la preciosidad de todas y cada una de las personas humanas a los ojos de Dios, por pequeñas, insignificantes o jóvenes que sean. Nosotros también somos abrazados por Dios en este momento.
Buscar la gloria no es la vocación del verdadero discípulo. Hacer cosas para obtener recompensas no es el llamado del verdadero discípulo. Dejar de lado la discriminación, el estatus y el poder para proclamar el amor, la compasión, el cuidado, la justicia y el perdón de Dios sí lo es.
Todo cristiano está llamado al liderazgo del servicio, es decir, a ser líderes en el desempeño del servicio.
cf Byrne, Brendan, A Costly Freedom - A Theological Reading of Mark’s Gospel (Sydney, St Paul’s, 2008), pp 152-153
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Celebrando en Familia - XXIV Domingo del Tiempo Ordinario
¿Quién soy?
(Marcos 8,27-35)
Todos, al menos en cierta medida, conformamos nuestra identidad y nos medimos en respuesta a los comentarios e ideas de los demás. Desde pequeños nos enseñan a hablar, vestir y actuar para ser ‘aceptables’ para los demás. Por lo general, esto es
algo bueno, pero a veces puede ser terriblemente malo.
Los famosos, las estrellas del deporte y los jóvenes pueden llegar a ser tan vulnerables a las expectativas y reacciones del público, de los medios de comunicación y de los trolls de las redes sociales que acaban teniendo poca identidad propia, o desarrollan una idea muy distorsionada de su identidad.
Desgraciadamente, ambas experiencias tienen importantes repercusiones negativas en el bienestar mental de la persona.
El Evangelio de este domingo nos enseña a encontrar nuestra verdadera identidad. Tanto la ‘gente’ como Pedro tienen ideas acerca quién es Jesús. Para la gente, es Juan el Bautista, Elías o uno de los profetas que volvieron de la muerte. Para Pedro, Jesús es el Cristo, el Mesías. Pero lo que sucede a continuación revela que Pedro y Jesús tienen ideas muy diferentes sobres quién es este Mesías.
Aunque Pedro entiende correctamente que Jesús es el Mesías, no entiende el tipo de Mesías que es Jesús. Quizá quería un Mesías que fuera un gran rey guerrero, poderoso y glorioso. No puede imaginar que su Mesías tendría el tipo de final del que habla Jesús.
Jesús llama a Pedro ‘Satanás’. Para que Pedro aprenda la verdadera identidad de Jesús y llegue a pensar con el corazón de Dios, debe 'ponerse detrás' (seguir a) de Jesús.
Los seguidores están llamados a renunciar a su falsa identidad (a menudo definida por lo que tenemos, por lo que trabajamos, por nuestras ilusiones) y a encontrar su verdadera identidad como hijo o hija amada de Dios a través de una vida derramada en el servicio amoroso a los demás (tomando su cruz).
A menudo pienso que los padres son los grandes ejemplos de lo que significa todo esto. Constantemente tienen que ir más allá de sí mismos, de sus propias necesidades, esperanzas y deseos, y sacrificar su tiempo, energía y dinero para cuidar de sus hijos con amor. Al hacerlo, a menudo descubren lo mejor de sí mismos.
En el Evangelio, Jesús, el verdadero Mesías, no aparece como un glorioso Dios-Rey, sino como el Siervo sufriente de Dios del que habla Isaías en la primera lectura. El camino del discipulado no consiste en la gloria propia, sino en el verdadero servicio, y en descubrir nuestra verdadera identidad como hijos e hijas amados de Dios.
Como discípulos de Jesús intentamos vivir nuestra vida como un verdadero servicio a nuestros hermanos y hermanas en el mundo. Pero no es posible hacerlo hasta que, y a menos que, nos demos cuenta de nuestra verdadera identidad y llamada como pueblo de Dios.
Entonces nos convertimos en una fuente de amor, misericordia, esperanza, compasión, justicia, verdad, preocupación y acción cristiana como servidores de Dios y de los demás. Eso es HACER el Evangelio.
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Celebrando en Familia - XXIII Domingo del Tiempo Ordinario
Desatando las ataduras
(Marcos 7:31-37)
Aunque la tecnología moderna y las redes sociales son ventajas, la gente puede sentirse profundamente aislada, apartada de quienes la rodean. Compartan algo de la experiencia del hombre del Evangelio de este domingo. No puede oír ni hablar correctamente. Viviendo en el mundo antiguo, eso debió ser una experiencia profundamente aislante, aterradora y frustrante para él.
La gente le pide a Jesús que le imponga las manos. En aquella época había muchos curanderos ambulantes, por lo que la petición de la gente no implica que conocían quién es realmente Jesús, solo quizás su reputación de curandero.
Jesús lo apartó a un lado de la gente, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. Ambos gestos son profundamente íntimos y un tanto confrontantes. Me pregunto cómo debió ser ese hombre. ¿Cuánto entendía lo que hacía Jesús? Siendo sordo, ¿sabía siquiera lo que la multitud había pedido a Jesús que hiciera por él?
Jesús mirando al cielo, suspiró y dijo ‘¡Effetá!’ -que quiere decir ‘¡Ábrete!’ De repente, el hombre puede oír y hablar con claridad. El aislamiento social del hombre ha terminado. Ahora puede entrar plenamente en relación con otras personas. El hombre se alegra, la gente se alegra y, aunque Jesús les mandó que no lo dijeran a nadie, cuentan la historia por todas partes.
Al narrar esta historia Marcos parece sugerir que, sin el toque íntimo y sanador de Jesús, permanecemos sordos tanto a la voz de Dios como a los gritos de los otros y, no estamos plenamente disponibles para relacionarnos con ninguno de ellos. Permanecemos cerrados y paralizados en nuestro interior, incapaces de escuchar la Palabra de Dios o de transmitirla a los demás. Pero una vez tocados por el poder y el espíritu de Jesús, nos abrimos a la Palabra hecha carne y a la visión de Dios para la vida. Nuestras ataduras internas, las cosas que una vez ahogaron la Vida dentro de nosotros, comienza a desatarse y empezamos a hablar con claridad de la preocupación amorosa de Dios por toda la humanidad en cada palabra y acción.
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