25 de mayo Fiesta
Del Libro de las conversaciones «de la revelación» y «de la probación» de Santa María Magdalena de' Pazzi, virgen
Ven, Espíritu Santo
Eres admirable, oh Verbo, en el Espíritu Santo, al hacer que este se infunda en el alma, por cuya infusión se une a Dios, concibe a Dios, saborea a Dios, no se deleita en otra cosa que en Dios.
Y viene el Espíritu Santo al alma siempre marcado con ese precioso sello de la Sangre del Verbo, el Cordero inmolado; es más, la Sangre es lo que le mueve a venir, si bien él mismo se mueve y quiere venir.
El Espíritu moviéndose es en sí mismo la sustancia del Padre y la sustancia del Verbo; y sale de la esencia del Padre, de la complacencia del Verbo, y viene como fuente difundiéndose en el alma, y el alma se ahoga en Él. Y como dos ríos que desembocan y se unen de tal manera que el menor de ellos deja su nombre y toma el del mayor, así hace este Espíritu divino que viene al alma para unirse con ella. Pero es necesario que el alma, que es la menor, pierda su nombre y lo deje al Espíritu Santo; y debe hacerlo transformándose tanto en el Espíritu que se convierta en una sola cosa con él.
Y este Espíritu, dispensador de los tesoros que están en el seno del Padre y tesorero de los consejos que se hacen entre el Padre y el Verbo, se infunde en el alma de una manera tan suave que no se entiende y, por su grandeza, pocos lo aprecian.
Con su peso y ligereza se mueve en todos aquellos lugares aptos y preparados para recibirlo. Por su frecuente locución y su sumo silencio es escuchado por todos; con una mirada impetuosa, inmóvil y muy móvil, se infunde en todos.