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Viernes, 04 Marzo 2022 14:49

Te adoro, Dios escondido

Muchos de nosotros hemos tenido experiencia del Dios escondido. Esto no es una novedad o algo característico de nuestro tiempo. Hace más de dos mil quinientos años Isaías, estando en el exilio, confesaba: “Es verdad, tú eres un Dios escondido” (Is 45, 15). En el transcurso de los siglos, muchas personas de fe han repetido al Seños estas palabras, también Tito Brandsma. Tito vivió de manera intensa el misterio del Dios escondido.

En su celda de la cárcel de Scheveningen, después de la comida, Tito rezaba el conocido himno Adoro te devote. Él mismo lo explica en su escrito “Mi celda”, en el cual narra su experiencia durante el tiempo de cárcel: “El Adoro te devote pasó a ser mi oración preferida. Con frecuencia la canto en voz baja y me es de gran ayuda como comunión espiritual”.

¿Qué se dice en este canto? He aquí el inicio y el final:

Te adoro con devoción,
Dios escondido,
oculto verdaderamente
bajo estas apariencias.

Jesús, a quien ahora veo oculto,
te ruego que se cumpla
lo que tanto ansío:
que al mirar tu rostro cara a cara,
sea yo feliz viendo tu gloria.

Tito sabía este himno de memoria. Lo oraba cada día y lo cantaba unido a sus hermanos en la Statio a la Virgen cada sábado por la tarde. Se sentía tocado en lo más profundo por esta oración, que llegó a serle familiar.

La llevó consigo a la cárcel donde la cantaba ‘en voz baja’, de rodillas, después de tomar el pan y la sopa. Absorto en esta oración llegó a comprender que Dios está realmente escondido. No sólo en algunos momentos, ni en un contexto determinado. Siempre y en todo lugar Dios está escondido.

Tras el tiempo de oración, Tito encendía su pipa, paseaba de lado a lado en aquella estrecha celda e intentaba limar sus uñas, pues “se habían hecho demasiado largas y no conseguía unas tijeras”. Para Tito Dios se escondía en las cosas más ordinarias: en una pipa de tabaco, en el pasear de lado a lado en su celda, o en el hecho de limarse las uñas.

La presencia escondida de Dios llena de esperanza a quien la acoge y la hace vida propia. Puede incluso hacerse familiar a nuestro espíritu hasta el punto de hacernos felices. Nuestro Dios no se presenta a modo de caja de sorpresas o huevo de Pascua, o en un truco mágico.

La relación de Tito con su Dios escondido experimentó una dura prueba en el campo de concentración de Dachau, y la oración Adoro te devote lo guio en la travesía de esta experiencia. Cuando era golpeado por la guardia del campo, Tito reza el Adoro te junto con su hermano Rafael Tijhuis y su frágil cuerpo herido permanecía en pie ante la presencia escondida de Dios.

Kees Waaijman

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