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Viernes, 24 Junio 2022 08:45

Celebrando En Familia - 13 Domingo del Tiempo Ordinario

El viaje comienza
(Lucas 9:51-62)

A menudo en la vida sabemos qué es lo que hay que hacer, y, sin embargo, nos resulta muy difícil hacerlo.
La lectura del Evangelio de hoy tiene ese sentido. Sus primeras líneas marcan el tono de lo que leeremos durante los próximos once domingos sobre las cualidades necesarias y los riesgos que
conlleva para lo que quieren seguir a Jesús.
Al comienzo del Evangelio, se nos dice que Jesús ‘tomó la decisión de ir a Jerusalén’. Este largo camino desde Galilea a Jerusalén será el último viaje de Jesús. Hay una determina determinación. Jesús sabe lo que debe hacer. Creo que también hay una sensación de reticencia. El hecho de saber que es lo correcto no hace que sea fácil hacerlo, como vemos en el encuentro de Jesús con los tres aspirantes a discípulos en este pasaje.
Y, ¿qué sucede cuando sentimos que estamos haciendo lo correcto y nos tratan mal por ello?
¿Actuaremos como Santiago y Juan, pidiendo caer fuego del cielo para castigar a los infractores? ¿O seguimos el camino de Jesús y nos iremos a ‘otra aldea’? Podemos llenarnos de tal sentido de justicia que nos convirtamos en vengadores de Dios, pero en
realidad, no estamos vengando nosotros mismos.
Jesús frecuentemente habla de la no violencia y la no resistencia. A la mayoría de nosotros nos resulta muy difícil. ¿Por qué no debería devolver el golpe a la persona que me golpea? ¿No tengo derecho a defenderme? Sin embargo, sabemos que la represalia simplemente nos encierra en un círculo continuo de violencia y solo el perdón puede romper ese círculo.
Vale la pena, contemplar a los tres aspirantes a discípulos en este pasaje evangélico. Todos parecen haber sido tocados por alguna manera por Jesús y atraídos por él. Todos parecen sinceros en su deseo de seguirle. La respuesta de Jesús al primero plantea la pregunta: ¿son suficiente el entusiasmo y el deseo? El recordatorio de Jesús de que «no tiene dónde reclinar la cabeza» parece decir que tiene que haber un sentido de sano realismo en nuestra decisión de seguir a Jesús. ¿Podemos realmente hacerlo? ¿Qué nos pide? ¿Estamos preparados para vivir con las incertidumbres?

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