Hacer suposiciones
(Lucas 19:1-10)
Es demasiado fácil realizar suposiciones acerca de otras personas que muchas veces resultan no ser acertadas. En el Evangelio de hoy, la multitud supone que Zaqueo es un malvado y un pecador, un traidor a su pueblo porque es un cobrador de impuestos.
La escena del Evangelio, como es habitual, la establece la primera lectura del libro de la Sabiduría, que alaba a un Dios cuyo amor por lo que ha creado le permite pasar por alto los pecados. Dios es todopoderoso y misericordioso, amante de todo lo que crea y de toda la vida, ‘cuyo espíritu imperecedero está en todo’. Dios corrige a su pueblo mediante el perdón, alejando a las personas del mal y llevándolas a confiar en él.
Esta acción amorosa y perdonadora de Dios se manifiesta en el relato evangélico. Donde podríamos haber esperado que Jesús condenara a Zaqueo, como hace la multitud al excluirlo y tacharlo de ‘pecador’, Jesús reconoce el bien que hace Zaqueo incluso en su supuesta situación ‘pecaminosa’ (ser cobrador de
impuestos en nombre del gobierno romano). La salvación no consiste en parecer bueno, sino en serlo.
Una persona así es realmente un ‘hijo de Abraham’-uno de los elegidos de Dios.
Puede ser útil observar aquí en el discurso de Zaqueo sobre su intención de dar la mitad de sus bienes a los pobres, etc., los verbos se traducen normalmente en tiempo futuro. Sin embargo, en los manuscritos griegos originales, los verbos están inequívocamente en tiempo presente. Así pues, Zaqueo está describiendo cómo lleva su vida en la actualidad: una defensa contra la condena de la multitud de que es un ‘pecador’ y un traidor.
Es la multitud la que resulta ser ‘la que se perdió’, no Zaqueo.
Leída con el trasfondo de la comunidad de Lucas, la historia plantea cuestiones sobre el juicio de las apariencias, sobre quien está realmente a gusto con Dios y sobre quién es realmente el pecador. Un eco de la parábola de la semana pasada sobre el fariseo y el cobrador de impuestos.
Sobre todo, partiendo de la primera lectura, es una historia acerca del Dios que no juzga ni castiga como lo haríamos nosotros, sino que ama, perdona, sana y reconcilia a las personas entre sí.
Cuando Jesús declara a Zaqueo ‘hijo de Abraham’, elimina la barrera entre la multitud y Zaqueo y los reconcilia.
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