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Jueves, 16 Febrero 2023 09:03

Celebrando en Familia - Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario

Hacer un esfuerzo adicional
(Mateo 5:38-48)

La venganza, las represalias y la violencia parecen ser parte intrínseca de la experiencia humana. A menudo, cuando somos heridos, nuestro primer impulso es la represalia, vengarnos de quien nos causó el daño.

Así es como se comienzan los ciclos de violencia.

Estos ciclos pueden perpetuarse en las familias, por ejemplo, a lo largo de generaciones, y permanecer mucho tiempo después de que el suceso original haya sido olvidado.

En el Sermón de la Montaña, Jesús llama a sus discípulos a nuevas formas de tratar la violencia y el trato injusto: no con venganza y represalias, sino con generosidad y perdón de corazón abierto.

Las enseñanzas de Jesús debieron de sonar como los desvaríos de un loco para sus oyentes. Incluso para nosotros hoy en día esa enseñanza puede ser ‘difícil de tragar’. ¿Nos está pidiendo Jesús en serio que ofrezcamos la otra mejilla al que nos golpea, que suframos el doble de la herida? Si alguien quiere nuestra camisa, ¿tenemos que darle también nuestro abrigo? Si alguien nos obliga a recorrer una milla, ¿de verdad tenemos que recorrer dos millas? ¿Amar a tus enemigos? ¿Rezar por los que te persiguen? ¿En serio?

El desafío de las palabras de Jesús es que sus discípulos actuemos siempre en nuestras relaciones con los demás de la misma manera en que Dios actuaría. De este modo, podemos interrumpir los ciclos de violencia que, de otro modo, nos atraparían.

Jesús llama a sus seguidores a una mayor justicia, incluso cuando son tratados injustamente. Toma las interpretaciones tradicionales de las antiguas enseñanzas bíblicas y las lleva a un mayor entendimiento con una interpretación más amplia.

La virtud y la justicia no consiste en quedar bien exteriormente, en cumplir la ‘letra de la Ley’.
Consisten en ser buenos interiormente y actuar por el bien de los demás, permitiendo que el corazón Dios reine en el nuestro. Eso es lo que nos lleva a una relación correcta con Dios y con el prójimo.

La verdadera virtud cristiana siempre va más allá de lo que se requiere. Siempre está dispuesta a ‘hacer un esfuerzo adicional’ en tolerancia, amor, perdón y misericordia. Manifiesta la excesiva generosidad de Dios.

La perfección de la verdadera santidad se encuentra en actuar hacia los demás, incluidos nuestros enemigos, como Dios actúa hacia todos nosotros.

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