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Jueves, 22 Agosto 2024 13:16

Celebrando en Familia - XXI Domingo del Tiempo Ordinario

 

Señor, ¿a quien iremos?
(Juan 6,60-69)

La fe en Dios que proclama el pueblo en la primera lectura del libro de Josué tiene eco en la profesión fe en Jesús que realiza Pedro en el Evangelio. Josué dice: Es hora de decidir, ¿Quién será vuestro Dios? El pueblo responde: Recordamos lo que Dios ha hecho por nosotros. No tenemos intención de abandonar al Señor nuestro Dios, a diferencia de algunos de los seguidores de Jesús en el Evangelio.

Nuestro viaje por los pasajes del "Pan de Vida" del capítulo 6 del Evangelio de San Juan llega hoy a su fin.

A lo largo de los últimos cuatro domingos, San Juan nos ha mostrado come Jesús es la Palabra viva de Dios que nos nutre y fortalece en nuestro camino; el pan vivo que se entrega (carne y sangre) para la vida del mundo; y el pan de la fe (en la lectura de hoy). Los que comparten el pan de la fe son los que han elegido creer en Jesús y seguirlo.

Sólo aceptando la vida de Jesús se puede entrar en la vida de Dios. Nos alimentamos de Jesús para que forme parte de nosotros y su vida siga creciendo en nosotros y nuestra vida quede atrapada en la suya. Esa vida nos atrae a la comunión con la vida de Dios. Nos convertimos en partícipes de esa vida, cuya conciencia se nutre y fortalece mientras comemos y bebemos.

Sólo aceptando la vida de Jesús se puede entrar en la vida de Dios. Nos alimentamos de Jesús para que forme parte de nosotros y su vida siga creciendo en nosotros y nuestra vida quede atrapada en la suya. Esa vida nos atrae a la comunión con la vida de Dios. Nos convertimos en partícipes de esa vida, cuya conciencia se nutre y fortalece mientras comemos y bebemos.

Juan nos quiere llevar a reflexionar como Jesús sigue presente y es fuente de fe y alimento en la vida de la comunidad cristiana después de la resurrección. La "presencia real" de Jesús está en la comunidad. Esa presencia es percibida por la fe y recibida como Palabra viva, comida y bebida, alimentando a los discípulos en su camino para ser la "presencia real" de Jesús en el mundo, el signo eterno del amor de Dios por todos. 

En la Eucaristía nos reunimos en comunión unos con otros, con Jesús como la Palabra, con Jesús como el Pan y el Vino. Hacemos de forma sacramental lo que Jesús hace de forma real en nosotros. La Eucaristía nos enseña a vivir como discípulos cristianos y a estar en comunión con Dios y con los demás a través de nuestra comunión con Jesús.

Lo que comemos y bebemos físicamente se convierte en nosotros. Los alimentos cambian y transforman las células, la sangre, los músculos, los tejidos y los órganos. El propósito de la vida cristiana es que nos convirtamos en Cristo. Tener fe, ser alimentados por él nos cambia y transforma en su cuerpo y sangre para la vida del mundo. Nos convertimos en la presencia real de Jesús en el mundo de hoy.

Conexiones con la Eucaristía

Las palabras de los Evangelios de estos cinco domingos son paralelas a nuestra experiencia de celebrar la Eucaristía. En la misa hay tres "santas comuniones", no una. Está la comunión de los creyentes, cuando el pueblo de Cristo se reúne para celebrar la Eucaristía; la comunión de la Palabra cuando escuchamos juntos las Escrituras; y la comunión del Pan y del Vino cuando comemos y bebemos juntos. Estas comuniones son sagradas porque, a través de Cristo se realiza la comunión entre Dios y los seres humanos; y al mismo tiempo, Dios actúa alimentando, curando, redimiendo y formando el rostro de su Hijo en nosotros, para que seamos la presencia viva de Cristo en el mundo de hoy. Al alimentarnos de Cristo en la Palabra y los Sacramentos, también estamos llamados a alimentarnos y fortalecernos mutuamente en nuestro camino hacia Dios.

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