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Miércoles, 13 Noviembre 2024 10:10

Celebración de Todos los Santos de la Orden Carmelita

Santos carmelitas. Pintura. Árbol genealógico. Arequipa, Perú. Santos carmelitas. Pintura. Árbol genealógico. Arequipa, Perú.

14 de noviembre Fiesta

La dicha celestial del Paraíso

Del De Patientia del Beato Battista Mantovano, carmelitano

Sobre los gozos del paraíso no me atrevo a escribir desconsideradamente. Isaías y luego Pablo en su primera carta a los Corintios escribieron: Lo que ojo no vio, ni oído oyó, ni jamás entró en corazón de hombre, esto ha preparado Dios para los que le aman. ¿Cómo podría yo intentar poner en palabras lo que ustedes ni siquiera pueden imaginar? Sin embargo, diré algo que os haga desear ver aquellas cosas que los ojos mortales son incapaces de ver. Tal deseo, al elevar la mente de las cosas terrenales a las celestiales, hace que éstas, sin dejar de ser terrenales y mortales, se conviertan al menos parcialmente en celestiales. Si es verdad que donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón, si nuestro tesoro está en el cielo, nuestro corazón debe estar también en el cielo. Si está en el cielo, tiene dimensiones celestiales y es necesario que celestiales sean los deseos de nuestro corazón, mediante la meditación de las cosas grandes e infinitas a partir de las más pequeñas.

Como el cielo supera a la tierra en tamaño, altura y belleza, no dudo de que los bienes celestiales sean preferibles a los terrenales. Digo que no los dudo; y sin embargo no los conozco, porque son superiores a toda nuestra imaginación. El hombre tiene dos facultades intelectuales: el intelecto y la voluntad. Al intelecto le gusta conocer la verdad, a la voluntad le gusta tener consuelo, y hasta tal punto que no puede haber nada más deseable en esta vida. Nuestro conocimiento es imperfecto e imperfecta es nuestra profecía. Razonamos como niños, hablamos como niños, pues vemos como en un espejo, de manera confusa; porque un cuerpo corruptible pesa sobre el alma y carga la mente con muchos pensamientos. Pero en el Paraíso el hombre verá cara a cara y conocerá tan perfectamente como es conocido; lo imperfecto desaparecerá y nuestro deseo quedará plenamente satisfecho porque la esencia suprema, que es la verdad primera, se revelará a nuestra inteligencia. Entonces se cumplirá la palabra: «Estad quietos y conoced que Yo soy Dios». Ahora el intelecto, atormentado por tantas fantasías como un niño en un mercado, admira ahora esto o aquello; no se detiene, no ve a Dios, sino que se inquieta y se afana en vano.

Esta patria, en cambio, en la medida en que vivimos santamente, es la patria de nuestra esperanza y de nuestros deseos. En ella dice el profeta: Cosas maravillosas se dicen de ti, ciudad de Dios. Y también: ¡Qué hermosas son tus moradas, Señor de los ejércitos. Mi alma languidece y anhela los atrios del Señor. Y también: Como la cierva anhela las corrientes de agua, así te anhela mi alma, oh, Dios. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo llegaré y veré el rostro de Dios? Entonces Dios será todo en todos, y lo que cada uno quiera será provisto por Dios. Dios se introducirá tan dulcemente en nuestras mentes, que se cumplirá perfectamente lo que dice el Profeta: Me saciaré de tu presencia.

Los bienaventurados oirán resonar por todas partes las más altas alabanzas de Dios, según la palabra del Profeta: Bendito el que habita en tu casa: canta siempre tus alabanzas. Verán los cielos y gustarán toda su armonía; verán a Cristo y a su Madre y todos los cuerpos gloriosos de los bienaventurados. Estos, ya incorruptibles y revestidos de incomparable belleza, serán para quienes los contemplen un espectáculo tan dulce que no sabrán qué mejor desear.

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