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Martes, 11 Febrero 2025 10:08

Celebrando en Familia - VI Domingo del Tiempo ordinario

Dichosos y desdichados
(Lucas 6:17, 20-26)

Durante los próximos tres domingos escucharemos casi todo el Sermón del Llano de Lucas. Lucas ha utilizado el Sermón de la Montaña de Mateo, pero lo ha cambiado y lo abreviado considerablemente. Es importante darse cuenta de que ambos sermones son algo más que las bienaventuranzas que los inician.
En Lucas, las palabras de Jesús se dirigen a los discípulos, no a la multitud reunida, por lo que podríamos considerar el sermón como una enseñanza sobre el discipulado.
Todo el sermón es bastante confuso y desafiante, especialmente los versículos que conforman la lectura del Evangelio de hoy. El sermón comienza con cuatro bendiciones y cuatro ayes.
A primera vista, es muy extraño llamar bendita, afortunada o feliz a la gente que es pobre, hambrienta, que llora y es odiada. Pero hay que escuchar las palabras de Jesús en el contexto de la enseñanza religiosa y el pensamiento general de su tiempo. Entonces, en general, se pensaba que los que sufrían estas cosas estaban experimentando los efectos de su propia pecaminosidad personal o la de un antepasado. Del mismo modo, los que tenían riquezas, abundancia de alimentos y un estatus elevado se consideraban bendecidos y recompensados por Dios.
En las bienaventuranzas, Jesús invierte esta forma de pensar y dice efectivamente lo contrario: Dios está, de hecho, del lado de los pobres y los que sufren.
Ellos experimentan el sufrimiento sin tener culpa alguna (por ejemplo, el pecado), es simplemente la situación en la que se encuentran. Como se desprende de los ayes (‘Ay de ustedes...’), los ricos tienen mucho que perder. Los pobres y los que sufren son afortunados, según Jesús, porque tienen una necesidad que la generosidad desbordante de Dios puede satisfacer.
Se encuentran en situaciones que atraen el impulso salvador de Dios. El Reino de Dios ya está entre ellos.
En igualdad de condiciones, ser rico, estar bien alimentado, ser feliz y gozar de buena reputación es perfectamente deseable. Pero para Jesús no todo es igual. A menudo los pobres son pobres precisamente porque los ricos son ricos. Los impotentes sufren a manos de los que tienen poder e influencia. Los ricos se enriquecen y los pobres se empobrecen es un dicho que perdura hasta nuestros días.
A lo largo de su Evangelio, Lucas hace que Jesús insista repetidamente en la necesidad de que sus seguidores abracen la pobreza y no se hagan ilusiones sobre el peligro de la riqueza. Los que permanecen poseídos por sus bienes y los privilegios que estos conllevan no pueden recibir el don de la salvación, pero incluso ellos pueden unirse a los bienaventurados mediante su atención a los pobres.

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