El año 2020 pasará a los libros de historia con toda seguridad. Al igual que la mayoría de los países, Kenia no se libró de la epidemia de COVID-19. Aunque en comparación con muchos otros países, especialmente en Occidente, no les afectó con la misma gravedad.
La COVID-19 llegó a Kenia a principios de marzo de 2020 y gradualmente comenzó a extenderse desde la capital, Nairobi, a pueblos y aldeas. El país entró en un estricto confinamiento de abril a julio de 2020. Las empresas, las instituciones educativas y las iglesias, entre otras, fueron las más afectadas. Algunas instituciones fueron cerradas.
La delegación carmelita en Kenia no fue la excepción. Cuando se anunció el confinamiento obligatorio, todos los estudiantes en formación fueron enviados de vuelta a sus familias, donde permanecieron durante todo el período de confinamiento. Otras instituciones religiosas y diócesis hicieron lo mismo para evitar el contagio y la propagación de la enfermedad. "Consideramos que era prudente tener el menor número de personas alrededor", declaró P. Boniface Kimondolo, O. Carm.
La Delegación General cuenta con seis sacerdotes, tres diáconos, un hermano de votos simples, tres novicios y ocho postulantes. "Estamos divididos en dos comunidades que se encuentran muy próximas entre sí. Cerca de ambas comunidades tenemos una parroquia que también atiende una zona remota", cuenta P. Bonifacio.
Se trata de una pequeña iglesia que se encuentra a dos kilómetros del centro de la parroquia y que atiende a una población de unas cincuenta familias.
"No fue fácil vivir estos momentos. Estábamos sin nuestra gente. Sólo podíamos rezar y hacer algunas actividades juntos en la comunidad", reveló P. Boniface.
Una parroquia en Kenia es vista como un centro de caridad. La epidemia y el confinamiento causaron numerosas dificultades a muchas familias. "La gente acudía a nosotros para pedir ayuda económica y alimentos. Sólo podíamos compartir lo poco que teníamos. Ocasionalmente, recibimos donaciones de algunas personas generosas. Esto nos permitió ayudar de manera concreta a los más afectados", destacó el sacerdote.
P. Boniface Kimondolo nos reveló que la gente "siempre estaba llamando a la puerta. Las necesidades eran grandes. Muchas personas perdieron sus empleos. Las familias se veían obligadas a vivir juntas sin poder salir de casa durante largos periodos de tiempo debido al confinamiento. Esta situación provocó muchas discusiones entre hijos y padres e incluso entre las propias parejas. La iglesia se convirtió en un centro de asesoramiento cotidiano. A pesar de las muchas dificultades, los carmelitas dimos lo mejor de nosotros. Incluso hoy llevamos a cabo nuestro ministerio casi de la misma manera, con gente que viene a nuestra puerta cada día en busca de ayuda", concluyó.
Tras el difícil período de confinamiento y cierres, el gobierno comenzó a abrir paulatinamente algunos condados y ciudades. Los alumnos volvieron en julio de 2020 para la fiesta de la Virgen del Carmen. Desde entonces, la vida empezó a retornar gradualmente a la normalidad en las comunidades carmelitas. Se han abierto parcialmente las iglesias y los fieles cristianos están volviendo a las iglesia. Los estudiantes también han "vuelto" a la escuela a través de la educación a distancia.
En Kenia, al igual que en muchas partes de África, un gran número de personas asiste a la iglesia los domingos. La iglesia de Nkoroi tiene una capacidad máxima de 1.000 personas.
Antes de la epidemia, se celebraban tres misas cada domingo. Cuando las iglesias reabrieron tras el confinamiento, tuvieron que seguir los protocolos del Ministerio de Sanidad. Así que la iglesia vio limitada su capacidad a trescientas personas.
"Tuvimos que crear un espacio adicional en el salón de la iglesia. Pero aún así no pudimos recibir a todos los fieles. Se nos ocurrió la idea de celebrar una misa en coche al estilo autocine. De este modo, todos los fieles pueden acudir a la misa en coche y participar en la celebración respetando la distancia de seguridad", destacó el P. Bonifacio.
La idea funcionó bien y actualmente siguen teniendo varias celebraciones, incluida la misa en coche. La gente llega en el coche a un aparcamiento habilitado. Aparcan y escuchan la misa desde el interior de sus vehículos a través de los altavoces. Dejan sus coches sólo para recibir la Sagrada Comunión. Tras recibirla, vuelven a sus coches. Al terminar la misa, se van y otros ocupan su lugar para la siguiente misa. Ahora tienen dos misas en coche cada domingo.
"La vida parece volver lentamente a la normalidad. ¡Esperemos que todo vaya bien pronto!", concluyó
P. Bonifacio.